VALÈNCIA. Fue en 1999 cuando el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) presentó por última vez una muestra individual en torno a la obra del alicantino Eusebio Sempere. Su obra ha formado parte de algunas muestras colectivas a lo largo de estos años, sin embargo no había vuelto a ocupar una sala con nombre y apellido. “Demasiado tiempo”. El artista, del que en 2023 se celebró su centenario -sí, coincidiendo con el de Joaquín Sorolla- se quiere reivindicar más allá de Alicante con un proyecto que quiere darle el espacio que merece en el circuito artístico valenciano. “La celebración nunca tuvo el impulso adecuado ni el merecido. Eso del centenario se lo creyeron unos pocos […] Luchar contra Sorolla siempre es muy difícil”.
Estas palabras las firma Rosa Castells, conservadora y responsable de las colecciones del Museo de Arte Contemporáneo de Alicante (MACA), que presentó la exposición Sempere en París junto a la directora adjunta del IVAM, Sonia Martínez; la directora general de Patrimonio Cultural, Pilar Tébar, y la concejal de cultura de Alicante, Nayma Beldjilali. “Sempere es un personaje inabarcable porque pese a que lo hemos mirado, yo creo que no demasiado a fondo todavía, siempre descubrimos cosas. La documentación que mostramos en inédita. Siempre descubrimos un lugar donde estaba, un proyecto en el que estaba involucrado, etc”. Este es, en parte, el objetivo de este proyecto, que quiere seguir indagando en la figura de un artista “interminable” y que todavía tiene mucho que decir.
La muestra, que se enmarca en el convenio de colaboración entre el MACA y el IVAM, se enfoca en un momento muy concreto profesional y vital del artista, en su estancia en París, un periodo que se extiende desde 1948 hasta 1960 y que queda marcado por la producción de dos series fundamentales en su trayectoria: los gouaches de París y sus relieves luminosos. “Para el IVAM la figura de Eusebio Sempere ha tenido especial significación, fue un defensor de la modernidad y de la cultura contemporánea en el siglo XX”, relató por su parte la directora adjunta del IVAM. Esta etapa de Sempere es especialmente relevante, pues supone el momento en el que abandona la figuración para sumergirse por completo en la abstracción geométrica.
En estos años genera de manera “silenciosa” un alfabeto visual propio que sería un punto de inflexión en su carrera. La exposición, además, presenta un viaje que parte de unas primeras piezas más sencillas y emotivas que poco a poco van adquiriendo nuevas capas de complejidad y madurez. Esta evolución se observa tanto en los gouaches, de los que se presentan 57 del centenar que componen la serie completa, así como en los relieves luminosos, una suerte de artefactos con instalación eléctrica que simulan el movimiento a través de los distintos planos iluminados alternativamente donde se recortan las formas geométricas. Estas últimas piezas, tal y como recordó Castells, le valió el sobrenombre del “pintor eléctrico” por parte de algunos críticos de la época.
Este recorrido pone el foco en un periodo más que importante para Sempere, aunque no por ello sencillo. En ese París ya en decadencia artística se conecta con figuras como Kandinsky, Braque, a quien visitaba en su estudio, o Julio González. Son cruciales, además, los nombres de Loló Soldevilla, la pintora cubana agregada cultural de la Embajada de Cuba en París con quien mantuvo una relación amorosa y profesional, y Abel Martín, a quien conoce en la Ciudad Universitaria y quien le acompañaría hasta el final de sus días. En este sentido, la exposición la completa alrededor de 70 documentos inéditos, entre material de prensa, fotografías o cartas, a través de los que toma forma el retrato de un Sempere del que todavía hay mucho que decir.
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